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“El Cielo en la Tierra”

Continuando la serie de testimonios sobre la I Peregrinación “Nuestra Señora de la Cristiandad-España”, contamos con la participación del P. José Manuel González, sacerdote diocesano y capellán del capítulo “Nuestra Señora del Sagrario” de Toledo. 

P: ¿Cuáles fueron Sus primeras sensaciones al llegar a Oviedo? ¿Cómo vivió las horas previas a la salida?

R: Hacía pocas semanas que había hecho la pre-peregrinación con algunos de los organizadores. Estaba entusiasmado ante el hecho de que por primera vez todos los ámbitos de la misa tradicional de España se uniesen en un acto así. Personalmente siempre me pasa que me apunto a todo y después llega el momento y me viene el arrepentimiento, o mejor dicho, la tentación de la comodidad. Fue superada rápidamente porque venían conmigo bastantes peregrinos desde Toledo y al llegar al pabellón y ver el ambiente que reinaba, me encontré nuevamente animado. La noche en el pabellón no fue muy cómoda: comenzaba la parte penitencial de la peregrinación. 

P: ¿Qué ambiente diría que reinaba en la plaza de la catedral de Oviedo en los últimos momentos antes de comenzar el camino?

R: Por la mañana, en la plaza de la Catedral estaban los peregrinos. Había maletas, furgonetas, cruces, estandartes, muchos peregrinos, sacerdotes y religiosos. Un sueño que comenzaba. Mi corazón se agrandaba dando gracias a Dios por ello. Llegó el señor Deán, amabilísimo y acogedor, y pudimos comenzar la peregrinación con la bendición de la imagen de la Virgen y de los peregrinos.

Imagen de Nuestra Señora de Covadonga portada a hombros por los peregrinos

P: ¿Cuál era su rutina de peregrinación? ¿Qué hacía durante las horas de marcha?

R: La peregrinación tiene un carácter penitencial. Hoy nos cuesta por nuestra mentalidad soft. Los 30 km diarios son un esfuerzo considerable que hay que tener una motivación para hacerlos con entusiasmo y alegría, y hacer desaparecer la tentación del cansancio y del abandono. Tengo que decir que me asombró la capacidad de sacrificio de mis compañeros de camino; pensé que habría más deserciones. Han sido todos, incluso los niños, muy fuertes, verdaderos soldados. 
La peregrinación es caminar puesta nuestra mirada en la meta final. Materialmente era llegar a Covadonga, espiritualmente recorrer un camino interior de acercarnos a Dios a través de la guía de Nuestra Señora y Madre. Como en París-Chartres, los peregrinos nos comprometemos a rezar las tres partes del Santo Rosario y hacer las meditaciones del libro del peregrino en un ambiente de silencio y recogimiento. Este año han sido dedicadas al Glorioso Patriarca San José.
Desde los momentos de oración y recogimiento que marcaban nuestro caminar, a momentos de júbilo y fiesta acompañados de cantos, ya religiosos, ya tradicionales; la jornada se hacía muy amena. Lógicamente había sus breves descansos y la parada de la comida.

P: Durante las misas, ¿qué percibió entre los peregrinos, o incluso en usted mismo?

R: La Santa Misa es el centro de cada jornada. Se afirma que la Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana. Y esto, para aquellos que nos sentimos atraídos por la liturgia de los siglos, la misa tradicional, tiene un realismo y una fuerza indescriptible. Nuestra vida gira en torno al altar. A él vamos con nuestra vida, llena de trabajos y esperanzas, de alegrías y penas, de gozos y también preocupaciones. Todo ello lo abandonamos en el Corazón de Jesús vivo en la Eucaristía y horno ardiente de caridad. Él lo acoge, lo purifica y lo ofrece al Padre para el perdón de nuestros pecados y la salvación del mundo entero. Él mismo viene a nosotros en la Sagrada Comunión, nos  visita, nos alimenta y fortalece, nos impulsa a la tarea del amor: a amar como él nos amó, dando la vida por nosotros. En la Santa Misa se nos abre el cielo y nos llena de sus gracias para ser en el mundo sal y luz.  
Es admirable como los fieles que asisten a la Misa Tradicional tienen un sentido profundo de adoración, de respeto ante lo sagrado, de recogimiento y silencio, de piedad y devoción. Su atención y su compostura son la manifestación de tener el corazón puesto en el Señor. “Sursum Corda. Habemus ad Dominum”. 
Para algunos peregrinos era la primera vez que asistían a la Misa Tradicional, para otros la primera vez en asistir a una misa solemne. Todos manifestaron su asombro. Y es que el hecho de que tuviese que ser en medio de una pradera, no nos hizo perder la conciencia de que “Hic est Deus”. La misma creación en la vegetación exuberante de Asturias nos acompañó en la adoración y alabanza divina.

P: ¿Cuál fue tu experiencia más cercana a Dios en esos 3 días? ¿A qué te llevó esa experiencia?

R: Quizás me impresionó mucho una señora que vio la marcha de la peregrinación desde su ventana. No recuerdo el pueblo que era, estaba desde su casa. Estaba realmente emocionada, derramando lágrimas. Lágrimas de gozo, de alegría, lágrimas de esperanza. Y al mismo tiempo sus manos estaban en postura de oración, juntas, sobre su pecho. ¿Qué percibió aquella mujer al vernos? Creo que un aire fresco de vida ante una cultura de la muerte que lo infesta todo. Jóvenes con fe, con alegría, con esperanza, camino a Covadonga. No todo está perdido, hay motivos para la esperanza.

Rvdo. Sr. D. José Manuel González recitando el “Ecce Agnus Dei” durante la última de las misas solemnes de la peregrinación

P: ¿Qué anécdota destacarías de entre todos los sucesos de la peregrinación?

Sin duda alguna, el celebrar la Santa Misa. Como sacerdote es lo más importante y grande que puedo realizar cada día. Allí, a través de mi pobreza, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote renueva su sacrificio para el perdón de los pecados. Es algo que sobrepasa nuestra pequeñez. De entenderlo, creo que nos moriríamos de asombro ante tan gran misterio. Celebrar una sola misa da sentido a toda la existencia. “El mundo –decía el Padre Pío- puede subsistir sin el sol, pero nunca sin la Misa”.

P: ¿Qué se siente al llegar a Covadonga?

  R: Había estado muchas veces en el Santuario de la Santina, pero siempre había llegado cómodamente en vehículo o autocar. Tanto en la pre-peregrinación como en la peregrinación acompañado de todos estos jóvenes fue algo especial. Llegar a los pies de Nuestra Señora tras este recorrido costoso, depositar ante su altar las intenciones de la peregrinación y las de los peregrinos, también las de aquellos que se encomendaron a mis pobres oraciones y las de aquellos por los que he de rezar, es la sensación de llegar al lado de la que es Madre, que te invita a descansar, cuya presencia es serenidad y sosiego.
Fue estremecedor el canto del Laudate Mariam en la explanada del santuario de rodillas ante la imagen que portamos a hombros desde Oviedo. Era el clamor de amor de los hijos ante la Madre. Ese canto fue decirle a la Virgen: “Mamá, te quiero”.
Dentro de la basílica, la acogida paternal y cariñosa del abad, la exposición del Santísimo, el canto de las letanías, el Te Deum y la bendición junto con el acto de consagración a la Virgen fue el broche de oro a tres días de estar más en el cielo que en la tierra.

P: ¿Crees que le faltaba algo a la peregrinación?

Realmente creo que la peregrinación ha estado muy bien. No añadiría ni quitaría nada. Hemos de pensar que seguimos el mismo esquema de la peregrinación París-Chartres con muchísimos años de experiencia y cuyo éxito está comprobado. 

P: ¿Qué le ha aportado la peregrinación a tu vida espiritual?

Sin duda nuestra vida espiritual es una peregrinación hacia la eternidad de Dios. En ella hay ciertos momentos importantes. No puedo decir que la peregrinación, en mi caso, sea un antes y un después. Seguro que para algún peregrino habrá sido un momento de conversión fuerte. Pero sin duda en mi experiencia personal, la peregrinación me ha dejado un gozo interior muy grande y muchos motivos para seguir esforzándome en ser más santo y mejor sacerdote cada día, y es que el mundo necesita muchos y santos sacerdotes.

P: En unas pocas palabras, ¿cómo describirías la peregrinación?

Es difícil, lo he dicho ya: el cielo en la tierra.

P: Si estuvieses hablando con alguien que no la conoce, ¿de qué forma lo animarías a venir a Covadonga?

Como el mismo San Andrés hizo con su hermano Pedro le diría: “Hemos encontrado al Mesías. Ven y le verás”.

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